El niño vive apartado
en una casa demasiado grande,
sus padres lo han relegado
y no tiene qué lo entusiasme.
El niño mira hacia el cielo,
y la luna ilumina sus juegos,
el niño le pide que baje
y la luna se enternece ante tal personaje.
La luna le pide a la madre noche
permiso para acompañar al infante,
y le ruega que no le haga reproche
por querer bajar al instante.
La madre noche le concede a la luna el deseo:
bajar a jugar con su amigo del suelo,
la luna juega como niña risueña
y el niño recibe feliz a su compañera.
La luna juega con los niños solos
cada mes, dejando su lugar vacante,
construye con ellos castillos y tesoros,
y regresa al cielo con su brillo radiante.
Por eso, cada luna nueva es oscura,
porque un niño juega con la luna,
y cada luna llena es alegría
porque un niño le pide su compañía.
Abel, Jimena e Inés
Hace 15 años
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