Desde que abandoné la estación, me ha acompañado un terrible olor a muerte.
Es este aroma dulzón y aberrante que me sugiere que algo no anda bien en la ciudad.
Ayer me abandoné a las injurias siliciosas de mis nuevos/viejos vecinos.
Me resulta fastidioso que renueven sus avatares ante el primer problema que no sepan resolver en su vida...
Y esta pestilencia que ofende mis sentidos no para...
llevo recorrida la ciudad en su totalidad y me persigue como una jauría rabiosa por mi zalea...
Toda la tarde me la he pasado sorteando esta realidad mientras creo una nueva, creándoles un mundo nuevo a quienes mi voluntad someten...
Y ahora admiro la desesperación en un ingenuo que sigue viviendo sus fantasía... cuando es este Herodes sistemático que nos arranca a nosotros mismos de nuestras creencias...
Es inverosímil el verbo que atañe esta noche a nuestro terreno, la ínsípida lucha por mantenerse a flote en una fosa de cieno inteligente que nos derrama la vida sobre locuras confeccionadas en fósforo y silicio...
Creo que por hoy fue suficiente, así que apagaré mi interfaz....
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