martes, julio 21, 2009

Hogar

Hacía mucho tiempo
que no encontraba un lugar
al cual llamar hogar,
un tiempo amable
que valiera la pena vivir,
compañía tan grata
como llamase en su momento
a su profunda soledad...
una lluvia de recuerdos,
tormenta de ilusiones
acompañadas por el llanto,
tantas almas
a las cuales amar;
desesperanza,
tomada de la mano
de las palabras
que con tanto dolor
se plasmasen en papel,
por el amaranto y el jade,
el agua y una boca pequeña,
por el invierno y el trigo,
por la añoranza primera,
la quimera apagada
que sugiere a la tinta
cada idea, cada sueño
adornadas con oropel...

Hacía tanto tiempo
que ser hombre
quedó olvidado;
dioses y espíritus,
palabras de otras eras
invadiendo la razón,
falsedades ciertas
corroyendo el frágil corazón,
ahora en un vacío grato
se vuelcan en la reflexión:
dos raíces de una gruesa
no han dado aún su fruto,
quizá porque no ha existido
quien comprenda su ocasión,
no hay llanto, no hay susurro,
sólo el cúmulo
de una estúpida devoción
a lápidas que oyen
sin interés su voz;
quizá porque no es momento,
quizá porque no ha encontrado
su verdadera vocación...

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