miércoles, enero 02, 2008

Carta a la soledad

Es el papel el cobijo de mi silencio. Es la tinta, la voz de mis temores; ambos han abierto la herida de mis ideas, que con toda vergüenza dirijo hacia tí. Hoy he alcanzado medio sueño: mi vida es una colección de quizás y un universo de tal vez.

Hasta hoy no he podido vencer el miedo, miedo que sin saberlo, aún a noción mía, me alejó de tí. No he olvidado las ofensa que te hice, y sin embargo no recuerdo las tuyas...

Cada día en lo más profundo de mi conciencia te hallas presente, como un estigma divino, como una sombra perenne; más sin embargo mi orgullo intransigente me priva del privilegio de verte, de la dicha de hablarte , de ser digno a tu mirada...

Es por ello que en el cobijo de la noche y con la máscara de la indiferencia me he atrevido a buscarte, aunque sólo te sepa existente y distante a la vez, esperando el milagro diario de poder estar contigo...

No he hablado de amor, pues sólo evidenciaría mi fatua egolatría, pues en términos de amistad sé que aún puedo contar con tu alma y... con tu corazón.

Eres la única que conoce mi alma, en tus oídos mis palabras hallaron refugio, eres la única con la que puedo abrir el candado que encierra el mutismo de mi alma, mente y corazón. No supe valorar tu magnánima verdad: Eres el enlace de mi locura con la realidad...

Es por ello que me he decidido a llamarte, así como el náufrago clama ayuda o como el pecador que implora perdón. No de rodillas, sino con la frente en alto te pido que me escuches: ¡regálame un trozo de tu vida! que yo te revelaré el acertijo de la mía.

Porque tu amistad es el agua que saciará la sed de mi angustia y hará soportables las llagas de mi error. Gracias, porque sólo a tí te amo: soledad.

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