domingo, diciembre 23, 2007

Creadora

Es la mujer quien ha creado al hombre,
es en su dulce tierra donde crece,
es en su cuerpo donde se forja su fuerza,
es en el corazón femenino donde se templa su carácter.

Así de sabia es su naturaleza...

Es quizá la más simple de las verdades,
y tal vez la más oculta:
que el hombre proviene de la mujer
y no es él, dador de la costilla,
eso se lo ha inventado para proteger su débil egolatría.

No hay regalo más hermoso
que un hombre pueda recibir,
que la mirada enamorada de una mujer,
escuchar de sus labios un "te quiero"
coronado con un bello beso,
y no hay cielo más preciado
que recibir su abrazo,
y alimentarse así, el alma...

No hay libertad más ansiada
que aquella encontrada
en los brazos de la mujer amada,
ni mayor dolor, tan inhumano,
que morir de angustia al extrañar su mano,
sus labios dadores de aliento,
sus cuerpos de laberinto
en donde se ocultan tantos secretos.

Es por la luz de la mujer
que el hombre se guía en el camino,
es materia de sus ensueños,
su escudo ante el enemigo,
la frase radiante de alegría,
la oración por mantenerse vivo,
el verbo conjugado de su vida,
su palabra, su destino...

Bendito aquél que cuenta
con el amor de una mujer,
bendita sea su suerte;
su estrella, dadora de dicha
le iluminará el rostro
y jamás se apagará la luz de su corazón;
bendita sea su tristeza,
si en ella reside la ausencia
de aquella a quien su amor pertenece...

Un hombre sin mujer
es como una sombra sin cuerpo,
es un alma en pena que muere día a día,
sumergiéndose
en un coro de lamentos nocturnos,
es una navío a la deriva
en este mar de la vida,
es peatón de la desgracia
de no saberse querido,
un salvaje que no entiende
lo más sublime y lo más hermoso
por no encontrarse en ello comprendido,
es el vacío que refleja
en las cuencas de sus ojos,
el frío lacerante que le corroe
sin su tierno abrigo,
la arrogancia del necio ignorante
de su propio conocimiento,
el anatema del Sísifo lastimoso
que yerra y erra
sin la guía de quien le dió el ser...

Por eso,
la humanidad inventó la poesía:
es la única forma que tiene el hombre
de orar a su mujer,
su lenguaje particular para adorarla,
para extrañarla,
para describirla,
con la vana ilusión
de poder conquistarla...
sin darse cuenta
de que ya es él mismo,
rehén de su corazón...

Es así,
como el hombre ha sido creado por la mujer,
por ella puede librar las más heroicas batallas,
perder los reinos más poderosos,
ganar la gloria de habitar un momento en su seno,
hacer de ella su patria, su hogar, su credo...

¡Bendita seas mujer!
Mi amor,
mi fé,
mi creadora,
mi criadora,
mi compañera,
mi madre,
mi hermana,
mi abrigo,
mi casa,
mi hija,
mi maestra,
mi paz,
mi felicidad,
mi empuje,
mi coraje,
mi placer,
mi dolor,
mi arrullo...
(y si me permites la osada petulancia:)
¡Bendita seas, tú mi Mujer!

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