jueves, diciembre 27, 2007

La obscura jornada

El invasor voltea hacia el valle
y observa las ruinas del pueblo,
siente nostalgia
por la sangre derramada,
por aquella vez,
aquélla,
en que la luna,
tan bella y sombría,
se hirió a sí misma,
aquélla,
en donde las viejas estrellas
entre sortilegios y acertijos
dejaban entrever su verdad.

Ahora ha recorrido un gran abismo,
del cual no verá jamás el fin,
ahora la pena,
ahora la zozobra,
porque la luna fatua
no alumbra más su obscuridad,
porque porta su espada a ciegas,
y las batallas no cesan,
pero la muerte le repele
y la vida... le hiede.

No hay reinos,
tampoco pueblos qué salvar,
el invasor es mercenario
(el invasor es la bestia)
y la valentía ya tiene precio,
si el amor es subastado,
¡qué más da!,
el corcel busca caminos
que a la gloria lleven,
pero no hay gloria sin causa,
y sin luna no existe la noche,
aunque cabalgue a oscuras
y los hijos nocturnos acechen.


He aquí el lamento del invasor:
“matar por matar,
luchar por el placer de la ira”,
pero no hay yelmo que oculte
la nostalgia de su casta
y la tragedia de su alma,
ahora sólo le queda...

¡la obscura jornada!

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