jueves, diciembre 27, 2007

Mi egoísmo

La gente tiene dos lados, uno más oscuro que otro, yo siempre he estado entre tinieblas, no conozco otro camino que no sea el de la soledad.

Cuando tomo tu mano y digo que te amo, es sólo mi lado gris, cuando te escribo un poema o te sonrío alegremente, no es más que la nublada máscara mustia que desahoga mi vana esperanza por sentirme cerca de la salvación. ¿Salvación?... no he sabido lo que significa y nunca lo sabré...

Ahora estoy en un período oscuro, todo es ambiguo aquí... sólo me queda un cúmulo de resentimiento que mi propio ser se ha forjado... Ahora sé que no estoy vacío, sólo soy una sombra que espera renacer en tinieblas... No hablo de tinieblas del mal sino de las tinieblas del alma que creman mi esencia como unas llagas de sarcasmo, cinismo, paranoia y auto destrucción...

En mis arranques de furia, hay víctimas inocentes; aunque, a decir verdad, el más herido y dañado resulto ser yo mismo...

Es por ello que cuando me veas callado y con la mirada perdida, te olvides de que hay en mi un alma humana, porque no es así. En mí albergo a un demonio ególatra de mi propia podredumbre y miseria...

¿De qué sirve iluminar contigo mi vida, si mi propia sombra se traga tu luz? He nacido para ser el hereje ermitaño de mi propio destino...

He aprendido ( o al menos creo saberlo) que quien en realidad ama, debe conocer el lado oscuro del ser amado y, aún así, amarla más que a su parte de luz. Pero Nadie ha amado con la sumisión espiritual que se requiere para hacerlo...

Todos han querido ser en esta vida depredadores y se han quejado de ser presa... yo soy mi propia presa y he sido depredador de los demás...

Pero al dañar a los demás, me he destruido. Porque no me guía la maldad de una deidad (divina o no) sino la egolatría indiferente que siempre he mantenido como el estandarte de mi propia lucha...

Yo contra yo mismo. A veces indigno de mi propia oscuridad, porque es pura y elemental. Soy indigno del ser que compone la sustancia molecular de mi cuerpo que no es sino el reflejo mismo de mi egoísmo enfermo que día a día me degrada a algo más bajo que a una bestia.

Prepotente y acomplejado, hasta la soledad me ha negado su compañía, dejando en su lugar recuerdos que inundan de vacío los huecos que ha dejado en mi corazón. Ni siquiera la muerte se ha fijado en mi. Pero todo está dentro de mí mismo, dentro de este monstruo que no ha podido darse cuenta que su noche ya es perpetua y que por siempre la llevará como un estigma, fusionada a su piel.

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