miércoles, diciembre 19, 2007

Los cantos del exilio

Preludio
Por cada infierno que recorro para llegar a tí, tú pones mil más en el camino; por cada beso que busco en tu boca, tu encuentras mil más en dónde posarte; por cada vez que veo la luz en tus ojos, tú escondes mil estrellas para hundirme en la más absoluta oscuridad...
I
Aunque la herida la provoque mi espada en el enemigo, será mi sangre la que se vierta, mi corazón se ha perdido en el camino y la esperanza se ha marchado en retirada... no queda más senda qué seguir y las maravillas por las que luchaba, me han dado la espalda en pos de un nuevo pilar forjado en un jardín de piedras preciosas y armas, en insomnios de azar e ínsulas de olvido, en testimonios compartidos y tonadas pueriles... pero la redención es peor que este infierno y aunque vierta mi sangre para regar este campo, seguiré en pie de lucha.

II
He visto al sol recorriendo durante el amanecer los campos sembrados de sangre y huesos, lo he visto abrazar y besar a los guerreros caídos, a las puntas de familia sacrificadas, al ave que jamás volverá a alimentar al alma con su canto y a los corazones destrozados, muertos e inertes.
He visto a la luna recibir el dolor de presenciar la muerte de sus hijos, de mirar la belleza de su holocausto, horrorizándose con los buitres que le regalan sonrisas burlonas y frías; mientras, allá, en lo alto del cielo, por cada alma guerrera brilla una nueva estrella y por cada esperanza perdida, crece un poco más la oscuridad…

III
Sólo tan sólo… la batalla me ha despojado del corazón, ahora sólo el don guerrero de mi arma me acompaña, los ríos de sangre riegan mis esperanzas que se consumen con cada paso, con cada intento de acercarme a la tierra de mi amada, a su alma… no existe la redención tras mis crímenes, he defendido mi patria y he perdido a mi gran amor…

IV
Esta es la sangre de un héroe troyano, de un gran guerrero helénico al que he derrotado. Con él se ha ido el ansia del perdón que los dioses erráticos me hubieran otorgado. Esta es la copa del carpintero, clavos y sierras beberá mi alma para alcanzar el perdón de mis pecados. Mi blasón aplastará toda semilla que intente invadir esta tierra que proclamo mía, aunque mate un feudo tras otro, aunque la luna se opaque y el sol me niegue su calor, con mis pecados defenderé la tierra que verá crecer a mis hijos.

V
Puede que veas en mí al vencido, a aquél que vivió entre muertos y lleva las cicatrices de sus blasfemias en el cuerpo. No volverás a pisar mi tierra, aquélla que defendí con todas mis almas. No volveremos a compartir el mismo cielo, porque el mío será con nubes de sangre y el tuyo con rosas y vino. Seguiré siendo un guerrero incansable, y tú, quien se aleje de todo lo que mi espada siembre. Pero el recuerdo siempre será indeleble...

VI
Cada búsqueda, cada paso, se pierden en la inmensidad de la nada que separa a la gloria de las sombras. Con armaduras de dudas y heridas provocadas por la desilusión, muere poco a poco tu imagen, y sé que defendiendo con fervor a mi patria, me alejaré más de ti…

VII
Toma los restos de este tiempo, riega las flores mordaces del olvido con las frases de amor que noches enteras vivieron en ti. Guarda la memoria para otros atardeceres; el cariño, llévalo a cuestas para quien te haga daño, para quien entierre tu recuerdo, para quien comparta tu sueño y no para quien lo busque…
VIII
Nunca sabrás el significado de la verdadera soledad, hasta que requieras de un alma afín. Nadie acompañará tus pasos, si la brecha has perdido, si caídas están tus alas; si tu espada, quebrada yace, tu ejército perderá la fe, el abandono envenenará tu lucha; si quieres defender tu patria, lo harás solitario… si has caído, tú mismo lamerás tus heridas, y sólo tú velarás tu cadáver de las aves carroñeras que ruegan al cielo por presenciar tu último aliento…
En la guerra, los pecados son bestias que te acechan, la culpa será evasor de tu gloria, tu sangre olvidará a tus venas y tus pasos ignorarán tu destino…

IX
… y todos los muertos llamarán entre susurros y cantos a aquellos hombres que segaron vidas para sembrar su semilla. Los hombres y mujeres solos, no buscarán placer con los vivos, amarán por siempre a aquellos en los que la muerte anidó en su pecho y simulan un triste plagio de vida…

X
… el camino hacia el alba será largo. Siendo hermanos de mil batallas, los senderos jamás se cruzarán, con un sin fin de decesos atrás, una horda de bendiciones nos protegerán; la espada acústica del llanto de nuestros caídos nos cubrirán de frío y la sombra de la esperanza de volvernos a encontrar nos cubrirá del sol del desierto que nos ha robado el aliento…

XI
Muerte, vieja amiga… las sombras han cobijado la tierra, cubriendo nuestros pasos, ocultándolos de los espíritus que a nuestras almas habrán de perseguir, como ladrones que buscan el tesoro más preciado de su dios…

XII
… Así es, he aquí mi victoria; el corazón sangra porque la fortaleza de mi alma se ha partido, tan cerca de la piedra, tan lejos de su diosa; la fortuna me ha olvidado de nuevo; para que viva mi patria, mi alma deberá sufrir y el llanto que padezco es un tributo a la eterna pérdida de la felicidad, aquélla que pone mil avernos de por medio, mostrándome su adorada imagen, tan intangible como el deseo no cumplido; lejana, tan lejana y fría como aquella luna que sólo se asoma, tantas veces como hijos tiene el tiempo, tantas veces como lágrimas enjuaga el día...

XIII
Por cada infierno que abate mi alma, es más gloriosa mi pena ante el delirio, la traición provoca una herida en el corazón propio, el camino se ha perdido y la esperanza se ha marchado en una retirada de zozobra y confusión.

Ahora, tan lejos de aquella luna que endulzara mis noches de dolor, veo con claridad que la redención es un placebo que amarra mi coraje a la soberbia. Jamás olvidaré el estremecimiento que provoca la gloria, pero allanaré el camino a quien mis pasos siga…

Epílogo
Tras las batallas, yazgo exiliado en el olvido pueril de una raza imperfecta, exiliado en la falsa memoria de una abominación lúdica, exiliado del corazón de una patria ocasional y caprichosa, exiliado… ¡exiliado!… en un lugar pagano, purgando por un delito de existencia, por pertenecer a una noche eterna, excusa de un error divino…

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