jueves, diciembre 27, 2007

Viví la fantasía de un hombre de papel

Viví la fantasía de un hombre de papel
y sentí a la primavera en mi piel,
como el dibujo de una niña con crayolas
y mil colores en su haber,
no supe cuándo fue mi vida
atesorada entre cartón,
ni siquiera en qué momento
comenzó la graduación,
sólo sé que mi orgullo en su equipaje lleva,
con la luz eterna con que iluminó mi corazón.

Quizá fue la fantasía, las ganas de contar
un cuento que en la noche ayudara a soñar,
quizá es más la rutina que el diario despertar
lo que me ha llevado a la orilla del camino sin andar,
y así, sentada entre libros que no se habrán de leer,
mirando impaciente hacia un onírico amanecer,
miró absoluta la ternura del muro
construido con ladrillos de amor y sufrimiento,
y quiso pintar en él...

Y la mañana despertaba con una sonrisa en su alma
porque la vida le regresaba el canto,
el ensueño pasajero de aquél que lleva la vida en su regazo,
la vista de una playa que acompañada con brisa y sal
no estaba acostumbrada del brazo a tomar,
y la ilusión de un día abrazarle en sus rayos
le sorprendió entre la historia y el porvenir,
y vivió con intensa ansiedad la ola esperada
en un mar que se negaba a verla
tomada de la mano con aquél que su color compartiera.

El calendario le dio emociones envueltas en celofán,
y serenatas platicadas entre la mantequilla y el café
a pesar de no escuchar nunca en las madrugadas
la presencia de la cigarra y el sabor de su miel,
la resignación le dio paso a la importancia
de romper las torres erigidas de marfil,
para atravesar el agua a brazadas
con el uso de su lengua, su tinta, su ilusión de abril...

Y la batalla que libró se llevó su sangre
impresa en palabras en una vestidura de cartón,
como epitafio a la luz escribió una clave
donde recordaba que bajo un estandarte el sol se ocultó,
llegó la hora de partir, pero el destino un regalo le brindó:
un atajo para llegar a Roma,
y olvidar a cambio atardeceres, amaneceres y su canción,
el viento pronto cubrió de honores su casa
y la tierra de su jardín por un momento se opacó,
y buscó la alborada de una herida en ciernes
que arrumbada en un cajón dejó...

No hubo cantos ni festejos,
sólo un vigía siniestro que dejó atrás los cortejos,
una herida emancipada que se asomaba entre las vías,
una fúnebre mirada que se disimulaba
con virtud de viejas alegrías,
y así llegó la noche a cubrir de gris sus retratos,
la dura decisión de interrumpir el peaje,
de loas y vítores entre un bravío oleaje,
y una grieta llena de pena se abrió entre sus condados...

En el exilio, la paz no era la calma,
pero los sellos de la muerte
habían dejado escapar a sus fantasmas,
que hechizaron y rompieron las bardas
que contenían sus abandonados jardines,
fueron de chacales y buitres festines,
con la mano hueca de la coraza pueril,
mientras en la azotea de una torre negra
pendía la cabeza de un tonto febril
que gritaba su nombre en ridículo tono al cielo,
y le respondían tormentas que arrojaban su ilusión al suelo,
la lozanía de otra daga le acuchillaba la espalda,
y buscó en el perdón la ilusión del olvido
para callar entre dientes el dolor de lo perdido...

Hay un llamado de lejos de la primera ilusión compartida
de noche o de día se pone de frente y se hace tardía,
llevando a cuestas el hecho de la sangre derramada,
que trae muchas sombras para su sueño y almohada,
no es en la paz del sepulcro que encuentre valía
sino en la conciencia dulce que una caricia en otrora pedía,
pero el tiempo no basta para pedir juramentos,
sino la promesa diaria de una nueva epifanía
con caminos bloqueados y mucho trabajo en ciernes,
sólo la voluntad de ese mismo destino
tiene la respuesta que vibra en su pecho y sus sienes.

Hoy se existe pero hay duda de ser,
hay lecciones que llevan heridas
y conocimiento de lo que jamás debió ser,
hoy por ello ruego al cielo una dulce salida,
un portal, una señal o una despedida,
una metamorfosis en el alma para aceptar,
para perdonar, para comprender, y para amar.

No hay comentarios: